La vaca de la Albera vive en casi total libertad y basa su alimentación en la vegetación de los bosques y prados que tiene a su alcance. Su población se concentra en el Paraje Natural de Interés Nacional de la Albera, al nordeste del Alt Empordá. Las vacas formaron parte de ese paisaje durante siglos. El año 1148, ya fueron citadas en un documento en el que se otorgaban los derechos de pasto a los monjes de Vallbona.
Es una raza autóctona de Cataluña, fuerte, resistente, ágil y de pequeña estatura, con unas extremidades fuertes y unas articulaciones bien definidas que le permiten desplazarse por terrenos muy accidentados y que a su vez, le proporcionan una rápida adaptación a nuestra granja biodinámica, donde comparten espacios con otros animales, que también son autóctonos del territorio catalán y, que al igual que ella, tienen una función importante en el día a día de las tareas que se desarrollan en nuestras tierras. Tenemos caballos que Gramona utiliza para labrar, abejas que son bío-indicadores, polinizadores de nuestros bosques y márgenes del viñedo, ovejas ripollesas que mantienen nuestras cubiertas vegetales y los halcones pelegrinos que solo recalan en la granja para ayudarnos a evitar perder uvas antes de la vendimia.
Estas vacas son de gran utilidad, ya que resultan unas desbrozadoras naturales de bosques y, por consiguiente, son de gran ayuda en la prevención de incendios. Su dieta está centrada especialmente en ramas, frutas de los árboles y hierbas; en otras palabras, se alimentan con los restos que encuentran en el suelo de los bosques y prados, al mismo tiempo, su propio peso aplasta el sotobosque. No podemos olvidar que el Penedés tiene un clima mediterráneo y, desgraciadamente, los incendios son cada vez más frecuentes.
Con los pastos no se eliminan los incendios, ni mucho menos, pero sí que han demostrado convertirse en elementos clave en la lucha contra ellos. Distintos estudios han concluido que los hervíboros, como la vaca de la Albera, son muy útiles en la ayuda a la prevención de los incendios y ralentizan su propagación, ya que la tarea de limpieza que realizan durante todo el año reduce significativamente la carga de combustible y que, en caso de que se produzca un incendio forestal, avanzará más lentamente y reducirá la superficie quemada, a la vez que facilitará el trabajo de los equipos de extinción.
Su aptitud cárnica no relevante la ha hecho una raza en franca regresión. La producción de terneros es muy pobre, una cría cada dos años. El censo actual alcanza poco más de 400 ejemplares, lo que sitúa esta raza en peligro de extinción.
Desde el año 2012 en Gramona contamos con su inestimable contribución. Un pequeño rebaño se encarga de limpiar los bosques que rodean nuestras viñas, aportando vida y equilibrio a nuestras tierras. Con su presencia nos esforzamos por alcanzar uno de los 3 principios básicos de la biodinámica: favorecer la interrelación de los reinos mineral, vegetal y animal.
Con la boñiga fresca de las vacas preñadas realizamos el preparado 500 y el María Thun. Las heces se dejan madurar en cuernos enterrados a unos 50 cm de profundidad.
Estos preparados se utilizan para la activación de los microorganismos del suelo y estimulan el crecimiento de las raíces principales y de las capilares, que favorecerán la absorción de minerales. También refuerzan el proceso de formación de humus en la tierra. El preparado 500 se realiza y entierra durante el equinoccio de otoño, se deja madurar durante 6 meses y se desentierra después del equinoccio de primavera. Se aplica directamente al suelo en todo el campo después de disolverse en agua y dinamizarse.
Las acogimos en nuestras tierras en un programa de recuperación y aquí se encuentran cómodas. 12 +1 terneros configuran el rebaño actual, todos nacidos en Gramona.
Estas supervivientes de la Albera, que ven peligrar su existencia, han hallado un nuevo aliado en el vino.