A la hora de elaborar un vino, confiamos en nuestras capacidades sensoriales para tomar decisiones dentro de la bodega. Pero mucho antes, en la viña, debemos escuchar los elementos que dan vida a la tierra donde crecen nuestras cepas. Y es aquí donde el trabajo in situ toma mayor trascendencia, porque nos obliga a observarla, a sentirla, a olerla, y ello contribuye a tomar mejores decisiones.

Por eso en Gramona nos tomamos el cuidado de nuestro viñedo muy en serio, dedicándole el tiempo y el mimo que necesita para satisfacer las necesidades de cada parcela prácticamente a demanda, de manera individual, escuchando qué necesita cada una en cada momento. Para nosotros el suelo es un elemento valioso, pues cuanto más sano y vivo esté, mejores condiciones de expresión encontrarán las cepas que habitan en él.

Por ello, como no podía de de otra manera, nuestra viticultura se vive en el campo. Pisar los viñedos a diario nos hace comprender mucho mejor el espacio en el que se desarrollan, y para ello contamos con unos compañeros muy importantes que nos ayudan a trabajar la tierra de manera respetuosa: los caballos con los que desde hace algunos años aramos nuestras parcelas más especiales. A su paso van distribuyendo su peso, por lo que se evita la compactación del suelo, además de ir nutriéndolo con su abono natural y evitar las vibraciones en las cepas, haciendo de esta labor una perfecta armonía entre el hombre, el animal y las plantas.

La agricultura biodinámica,  con la que actualmente trabajamos en todos nuestros viñedos, nos ayuda a llevar a cabo esta labor de respeto a la tierra. Cuando se trabaja con esta corriente no sólo no se utiliza ningún tipo de producto químico, sino que se aplican sobre el terreno una serie de preparados elaborados con estiércol y plantas medicinales que nos ayudan a mantener el balance entre las diferentes materias que forman los suelos en beneficio del crecimiento de la planta.

Porque hemos aprendido que al tratar a nuestras plantas con respeto y darles las herramientas que necesitan para estar fuertes son capaces no sólo de sobrevivir, sino de sacar lo mejor de sí mismas incluso ante las inclemencias climatológicas.

Y ese respeto lo aplicamos en cada paso que conlleva el ciclo vegetativo de la vid. Durante la poda seguimos las técnicas Simonit & Sirch, escuela que persigue el respeto a la planta en este proceso procurando que los cortes de las ramas se hagan a conciencia y así acelerar su proceso de subsanación, ayudándole a recobrar la fuerza que necesita para la futura floración. Y en época de vendimia cortamos los racimos de manera manual para preservar la frescura y calidad de la fruta, pero también para dañar lo menos posible a la planta.

Diferentes trabajos y técnicas con un objetivo común: hacer de nuestras viñas un entorno saludable para las vides y que éstas nos den la mejor de sus frutas para transformarla en vinos llenos de personalidad. Porque vemos la generosidad con la que responde la naturaleza, y eso nos hace seguir comprometidos. Continuamos observando y aprendiendo con humildad y entusiasmo. No podemos obviar que la naturaleza tiene una influencia directa y determinante sobre nuestros cultivos, por lo que es nuestra obligación aprender a interpretarla.