Un mundo más verde es posible, aunque sanar el maltrato al que la tierra está siendo sometida no es fácil. El cambio está llegando, despacio y por zonas, pero es alentador. Para ello algunos trabajadores del campo en general, y los viticultores en particular, han tenido que sacrificar parte de su producción en favor de unos campos de suelos vivos en los que crezcan unas plantas fuertes. Y este esfuerzo, que hoy parece infinito para algunos, tendrá una recompensa para las generaciones venideras, ya que podrán seguir disfrutando de unas tierras de suelos estructurados y activos.

En el caso del Penedés, la agricultura ecológica empezó a tomar relevancia hace ya algunos años, y poco a poco ha ido captando más adeptos (no sólo viñadores y bodegueros, sino también los propios consumidores de vino). La principal diferencia entre este tipo de cultivo con el convencional es que el primero tiene un límite menor de utilización de sulfuroso y se le excluye del empleo de productos químicos sintéticos como los fertilizantes y plaguicidas. El objetivo es claro: estorbar lo menos posible al medio ambiente y, por ende, mantener la fertilidad del suelo alimentándolo de manera natural buscando la sostenibilidad. De hecho, para el agricultor, la viticultura ecológica es trabajar con un mayor respeto al medio ambiente y una disminución de productos químicos. Para el consumidor, esto se transforma en poder disponer de productos obtenidos sin ningún tipo de pesticida o fertilizante artificial.

Un paso más allá de la ecología llega la agricultura biodinámica, que está basada en las teorías de Rudolf Steiner. El filósofo austríaco planteó una explotación de la naturaleza en perfecta armonía entre el mundo vegetal, animal, mineral y el propio cosmos. Con esta práctica se trata al suelo como un ser vivo en el que la  viña es considerada un elemento más de éste, y donde las aportaciones repercuten directamente en la planta. Respecto a los productos utilizados: son sólo preparados biodinámicos como el 500 (preparado de cuerno con boñiga de vaca) y el 501 (preparado de sílice, elaborado con cuarzo en cuerno de vaca) entre otros en los que las hierbas medicinales son protagonistas. Estos preparados se aplican teniendo en cuenta en la medida de lo posible el calendario biodinámico astral. La biodinámica es, en definitiva, todo un mundo en el que esta filosofía debe fluir y ser llevada a cabo con conciencia.

En este tipo de corriente de cultivo se encuentra Gramona, que comenzó su andadura hace más de 10 años con un encuentro que marcó un antes y un después en su manera de trabajar: Lydia y Claude Bourguignon. Esta pareja de agrónomos franceses son los fundadores del Laboratorio de Análisis Microbiológico del Suelo, y llegaron a la casa en busca de soluciones contra una plaga que estaba devorando una de las parcelas. Tras un primer análisis alertaron a la familia Gramona: el suelo se estaba quedando sin vida. El uso de la agricultura convencional durante varias décadas había pasado factura, y era hora de regenerarlo y devolverle la vitalidad de antaño.

La quinta generación de la familia inició entonces un cambio paulatino pero con un objetivo claro: recuperar la vida de los suelos para dejar el mejor legado a las generaciones futuras.

El trabajo se ha efectuado paso a paso y este es el mejor modo de hacer evolucionar la finca, según los Bourguignon: avanzar progresivamente, sin quemar ninguna etapa, ya que el suelo responde lentamente. Después de trabajar el 100 por 100 de las tierras con viticultura ecológica se comenzó a integrar la agricultura biodinámica, que es la que reina actualmente. Como resultado, todos los vinos de Gramona son ahora procedentes de agricultura ecológica, y desde la añada 2014 algunos de ellos están certificados como Demeter por su trabajo biodinámico, no sólo en el viñedo sino también en la vinificación. El tiraje de los cavas con vinos procedentes de este tipo de agricultura es también una realidad, aunque las largas crianzas a las que son sometidos harán que todavía tarden unos años en salir a la luz.

El cambio hacia lo natural ha sabido transmitir el sabor del terruño en cada vino. Como Claude Bourguignon dijo, “para tener un buen suelo se tiene que procurar que la actividad biológica del suelo sea elevada, ya que los microbios son los que nutren las vides. Si el suelo no está vivo, no podrá alimentar correctamente la planta. Pero, afortunadamente, la biodinámica reactiva de forma espectacular la vida en los suelos, el incremento de la microbiología y la fauna. Aquí es cuando se encuentran los vinos de terroir”.

Unos vinos que, como La Maca, Bru, Mart y Font Jui, son capaces de mostrar el Penedés en cada sorbo.