En época de pre vendimia, cuando las uvas ya comienzan a estar dulces y apetitosas, los estorninos sobrevuelan los viñedos en busca de alimento. Ahuyentarlos para prevenir pérdidas en la cosecha suele ser complicado y costoso, por lo que los estorninos llevaban años menguando los frutos, llegando a pérdidas de hasta el 20% en algunas variedades. La Família Gramona había apostado por cañones de sonido y grabaciones de sonidos de águilas, que aunque más o menos efectivos contaminaban de ruido la tranquilidad de la finca, molestando también a otros seres vivos tan importantes para el enriquecimiento del ecosistema. Otra opción fue colocar una especie de pájaros de tela a modo de cometa, que conseguían persuadir de su intento a los estorninos; pero pronto se acostumbraban a su presencia y volvían a actuar. Tampoco cubrir con redes las viñas resultó demasiado efectivo. Así que se ha optado por incorporar un nuevo miembro a la familia de animales que ya pueblan la granja de Gramona: el halcón peregrino.
Los polluelos de esta ave local, que fácilmente se puede encontrar por las tierras del Penedès, llegan bien pequeños a la casa que les han preparado especialmente. Allí, con una metodología muy estricta, aprenderán a comer y a volar. Cuando esto sucede, los halcones comienzan a dar sus primeros vuelos cerca de su hogar, es decir, sobrevolando las viñas. Tras sus paseos vuelven a casa, pues saben que allí encontrarán comida. Y mientras tanto, al verlos y sentirlos, los estorninos asustados dejan de frecuentar esos parajes y, por tanto, de comerse las uvas.
Después de un mes los halcones aprenden a cazar, por lo que ya no necesitan volver a casa a por comida. Comienzan su vida adulta, y así su función como protectores de la viña ha finalizado.
Desde que estas rapaces sobrevuelan el cielo de Gramona en época de maduración, se ha rebajado la pérdida de uva por este motivo al 0,4%. Todo un logro que ha convertido al halcón peregrino en un aliado natural en la simbiosis de la vida en la viña.